Tal vez el gran desafío sea llegar hasta el final en cada uno de nuestros encuentros humanos. Al traspasar uno a uno los límites, el otro se hace más permeable y también nosotros cedemos corazas. Solo entonces llegaremos al mismo tiempo, a comenzar a latir al unísono.
Nos encontramos a leer. A dibujar el aire con sonidos
salidos de interiores estrellados. Un espacio de palabras y de pausas, y de sabores que no estallaban en las bocas. Era un viaje de poros perfumados. Un laberinto de nubes y de fuegos. Y las hojas pasaban, y los ojos, incapaces de beberse tanta magia, por momentos buscaban una tregua. Rodeados de significados y significantes, finalmente, nos encontramos en el silencio.